lunes, 8 de abril de 2013

Mimpi ngeri.

Arder en una pesadilla.
Tengo tantas pesadillas... Más que sueños quizás. 
A veces me gusta tener pesadillas, es como llorar tras mucho tiempo sonriendo. Suena raro, lo sé, pero a mi me parece reconfortante, me parece un pellizco que te mantiene alerta cuando estás durante mucho en la cómoda nube de la felicidad.
Pero hace mucho tiempo que una pesadilla no me deja dormir siquiera. El miedo que me produce es capaz incluso de hacerme sentir encerrada en mi propia cabeza. Le temo a mis propios pensamientos y a mis propios silencios. Me da tanto terror que la auténtica pesadilla es recordarla cada mañana tras despertarme.
No sé, no hay monstruos bajo mi cama, ni en el armario, aunque tampoco los hay en mi pesadilla.
No hay fantasmas ni espíritus malignos en las bombillas ni detrás de la puerta, y por mucho que los busco tampoco los encuentro en mi pesadilla.
No hay demonios, ni gigantes, tampoco hombres-lobo, ni extraterrestres, no hay zombies ni sombras asesinas que te esperan al final del pasillo.
Hay una sonrisa, una sonrisa rota, torcida, perfecta.
Hay muchas palabras, pero no oigo ninguna de ellas.
En mi pesadilla caminas a mi lado, se cruzan nuestras miradas y me sonríes...
La pesadilla no es reconocer en esa sonrisa tu voz y en esos ojos tu mirada, es notar a la primera y sin dudar que me sonríes porque tú no reconoces siquiera tu odio en mi presencia,
ni tu tacto seco en mi piel,
ni los recuerdos.
No recuerdas quién soy, por éso sonríes,
Yo te recuerdo sin olvidarte siquiera,
y eso sí que es una auténtica pesadilla.