Curioso azar,
tan soluble y transparente como la sal invisible que flota en las olas.
Guía con desquicio al engañoso camino de la certeza que, aunque inocuo siempre es más largo de la cuenta, como lo son los almuerzos familiares o las conversaciones sobre política en los bares. Es una especie de conspiración a la lógica, un grotesco juego de péndulos que bailan al son de alguien que no existe, de un sádico Dios ciego y sordo que corta cabezas y traza las líneas de los mapas... Unos dados, una hora y un lugar, un café que tarda más de la cuenta, una carta que nunca llega a su destino y, bueno.
Si tal vez el ciego traza el azar,
yo pueda trazar los pasos que me lleven a la certeza y, bah,
tal vez sólo seamos tristes ciegos rondando por las líneas torcidas de los mapas,
tal vez sea la certeza la invisible,
pero quién sabe si a veces basta con sólo una corazonada si después de todo,
después del azar, el destino, la certeza y todos esos fantasmas,
sigue quedando,
tanto por ver.