lunes, 6 de octubre de 2014

La habitación de los espejos

La pequeña sensación a la altura de lo grande que invade el salón con su olor a famélico y fugaz recuerdo, que parece que se deshace a cada respiro y la angustia contrae los recovecos de mi retorcido recuerdo, ¡Malditas las horas y maldita la mente exacta y cruel que me descose de mi detallada tapadera! ¿Qué debería hacer? ¿Fingir que no es mi sitio? ¿Que no recuerdo cada esquina de la habitación? ¿Que nunca estuvo a la altura de lo grande? Nos entendemos a destiempo en un discurso sin precedentes frente al espejo.
¿En qué momento aprendemos a vivir sin nuestros delirios? ¿En qué momento tomamos la decisión de privarnos de lo dulce y doloroso de esta habitación? ¿En qué momento comenzó la caída y el vértigo de lo grande y el desdén de lo pequeño? ¿En qué momento dejamos de ser para continuar?
Podemos pasar toda la vida esperando algo de alguien que nunca estuvo del todo.