Ni la sal del mar,
ni la ginebra del bar.
Ni el trotar de la paciencia,
ni la carrera del impulso.
Ni el grito del desengaño,
ni el callar de la incertidumbre.
Ni la claridad de la confianza,
ni la opacidad de las lágrimas.
Ni el manjar del amor,
ni las sobras del rencor.
Ni heridas de bala,
ni plumas en las alas.
Ni cartas sin sello,
ni mensajes en el contestador.
Ni estima, ni desdicha,
ni alguien con quien soñar.
Ni vida, ni muerte,
ni consuelo, ni perdón,
ni talentos ni manías.
ni mis ganas ni las tuyas,
ni tus promesas ni mis locuras.
Ni un resto de tu olor.
Sólo sigue sentada la espera pasiva,
y ni siquiera quedo yo,
por si llegas tú.
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