Siempre he odiado las bibliotecas, no porque tenga ninguna fobia a la cultura o poca a resistencia al silencio continuo y obligatorio (que la tengo), es por el desesperante ambiente de estudio, ese olor a libros viejos y todos aquellos niños con sus tebeos y ordenadores verdes de la junta de Andalucía, por esas insoportables bibliotecarias mal vestidas y desagradables con un espeso olor a sudor. También las odio porque me incitan a estudiar, a concentrarme en cosas útiles, lo que me dificulta muchísimo el poder escribir algo productivo, por esta razón escribí otro texto a bolígrafo, con la esperanza de que no me lo tomarais demasiado en cuenta.
Ahora mismo estoy compartiendo una mirada de cansancio con la pantalla de mi ordenador (rescatado ilegal y furtivamente) mientras un bebé no hace más que balbucear, una bibliotecaria lleva un rato espiándome, como si tratara de leer lo que escribo y hemos tenido un incomodo cruce de miradas, en el cual he retirado yo la vista para esquivar su terrible mirada de basilisco y, con ello, su terrible olor a sudor que dejaba huellas alrededor de las mangas de su camisa rosa.
Creo que debería ponerme a estudiar, pero es más divertido fijarme en lo que me rodea y escribirlo sin ni una sola figura literaria, poética ni artística, tan solo, a bolígrafo.
[No soy nada buena terminando textos, perdón estas incómodas aclaraciones]
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