martes, 28 de febrero de 2012

Stairs beating.

Tú  




Yoymisganasinfinitas;

Texto a bolígrafo 3.

¡Labios!
Terminaciones nerviosas por doquier, capaces de volver loco a cualquiera.
¡Malditos labios y su manera de danzar en forma de luna!
¡Y maldito el hálito que se escapa de los suyos!
Y mi cabeza no para de remolonear, ¿Qué coño me pasa?
Me da miedo, porque sé que no es fácil, es más ¡sé que es imposible!
No sé como tras éstos años sigues ahí, maldito seas, ¡Casi ni eres el mismo! pero revolotea por todas partes la necesidad de estar cerca de tu nube de pensamientos, del humo de todas aquellas cosas que dices, tu manera de hablar y de hablar, y de que la conversación nunca decaiga.
Y reconocer he de, que a veces no te presto atención sólo por mirarte, como abres ligeramente un poco más los ojos cuando algo te enfada, o cuando agachas la cabeza y me miras serio bajo el sombreo de tus cejas.
¡Y lo ignoras! ¡Y no me extraña!
Por primera vez, por primera vez en muchísimo tiempo, noto que tengo algo que escribir, algo que decir, algo que hacer.
No te voy a decir que es amor, ni que es capricho, ni que es cariño, ¡Porque no lo sé ni yo!
Es algo nuevo, ¡pero no voy a temerle, no...!
¡Y si me caigo y me hiero, habrá merecido la pena!

lunes, 27 de febrero de 2012

¡!

Hacía ya un cuarto de año que no lloraba por el nido de mariposas. ¿...Y? ¿Dejaron de comerme las entrañas? Ni la más mínima idea, tampoco me importa.
Ayer, tras más de la mitad de año, la inspiración volvió envuelta en un abrigo de lana, horrible, de sabor a sal disuelta, qué asco, qué puto asco, lárgate.
Me abrazó, y no me dejaba ni pensar, me susurraba tantas cosas al oído, más de las que podría escribir en 3 cuartos de año ¡Imagina cómo rajaba la zorra! ¿Tenías mucho que contarme tras tanto tiempo, no es así?
Ayer, como decía, sin más, escribí ésto:

"¡Y que llueva!
¡A cántaros, que llueva en todo el planeta, en cada rincón, que ni el más fuerte techo pueda parar el agua...!
¡Y que llueva el cielo lo que mis ojos no están dispuestos a llover...!"

 ¡Cómo me conoces, maldita!
Pues sí, lluvia, lluvia es lo que necesito, que llueva a cántaros, que se caiga el cielo a pedazos, que todos los seres de este mundo se mojen, que no pase desapercibida, que la gente baile, cante, grite, discuta, bese, maldiga... ¡ Y que, en un intento desesperado, intenten cubrirse la cabeza de la lluvia...! 
¡Ingenuos, ilusos! La mayor lluvia de todos los tiempos, nada la va a parar, ni un paraguas, ni siquiera un maldito techo de hormigón, ¡No! Que hoy el cielo llueve por mi, porque yo ya he dado mi brazo a torcer en más de un año completo ¡Y no pienso llorar más por lágrimas de azúcar, malditos seáis todos!
[...]
Y a mitad de esta locura sin argumento ni validez literaria, te vas.
Espero que no te mojes mucho, querida.


martes, 14 de febrero de 2012

Horas.

A veces me acuerdo de ella, vestida de blanco, con su olor a alquitrán.
Siempre era la princesa allá donde fuera, fumaba tabaco de hombre y se pintaba los labios de gris.
Escritora de mil historias, paraíso de muchos, perdición para demasiados, pelo canoso, largo, fino, infinito, helado, maldito, divino.
La piel rota de un millón de primaveras sola, y los ojos encharcados en vidas que se fueron, agonía tatuada en su cuello, divino cuello de hormigón.
Sus dedos llenos de cayos de tocar cada tecla de cada piano de cada burdel, y la garganta seca de beberse cada copa de la sangre de aquellos que murieron por ella, en sus labios la sal de las lágrimas de éstos.
Y cuando la visten de rojo sonríe... ¿qué va a hacer sino sonreír? Y se llena de estrellas su cara, y el alquitrán se enorgullece de ser pisado por sus tacones de aguja, desfilando en la infinita curva de su espalda "La Gran Vía".
Cosida a las sábanas de papel de Serrat, Sabina y tantísimos otros enamorados de sus labios de sabor a inspiración. Ella es facilona, no vacila, ni te mira, no te besa en los labios, ni te roza y sólo puedes escribirla ¡y...!
Ay, Sabina, ¿qué decir que no hayas dicho tú ya?
"Las niñas ya no quieren ser princesas,
y a los niños les da por perseguir
el mar dentro de un vaso de ginebra,
pongamos que hablo de Madrid."

¡Y pensar que pretendíais encontrarme...!


¿Yo? ¿Esconderme? ¿De qué? ¡Yo no poseo temor alguno a nada de este mundo!
¿Por qué pensabais que me escondería?
¡Yo nunca me escondí, ineptos...!
¡Fuisteis vosotros los que no supisteis dónde buscar!