lunes, 11 de junio de 2012

La miel de ayer es la hiel de hoy.

Reconócelo, odias estar sola, lo detestas, y aún así tu orgullo no te permite correr la cortina de lágrimas que no te deja ver que, tal vez, las cosas no son tan malas como parecen desde la fosa.
Detestas que todo esté patas arriba, y detestas que el día de hoy no sepa a café, que no esté aquí como quisieras, que no sepas dónde, ni por qué, ni cómo está.
Reconócelo, hoy desearías que, como la otra vez, comenzara a llover.
Y aún así el sol brilla, los pájaros cantan y las nubes se consumen en suspiros de calor.
¡Hoy nadie está dispuesto a llorar por ti! ¡Nadie! 
Hoy es un día de hiel, un día de flor amarga, hoy no está en tu lista de tareas vivir.
¡Si tú supieras cómo te ves desde fuera! Estás arrugada y encogida; como una bola de papel.
Roza el punto de lo absurdo, de lo divertido, no sé cómo puedes estar triste si te ves tan ridícula desde fuera.
¡No va a llover, imbécil! ¡¿Y sabes qué?! Que tú tampoco deberías llover.
Porque estás harta, cansada, exhausta, quemada, vencida, DERROTADA, y hoy no va a llover por ti.
Porque estás triste, impotente, lúgubre, hundida, confusa, preocupada, y hoy no va a llover por él.
Porque estás furiosa, débil, inerte, arrepentida, sola.
Por eso, y sólo por eso, no deberías llorar, porque si el cielo no va a llorar será porque no hay un motivo para hacerlo.
Y recuerda que las agujas del reloj bailan a un ritmo imparable, invencible, incontrolable y que, jamás han llorado por ti, sino que te han dejado ver que, tal vez, cuando su danza avance las nubes que llueven en tus ojos se irán y se quedarán los motivos sin saliva.

Y, aunque no te guste su voz, escucha a la vieja tortuga cuando canta:
"Ya ves, se nos queda grande,
y hay riesgo de alarma otra vez...
Tal vez, cuando todo amaine, la suerte nos vuelva a vencer"


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