domingo, 16 de noviembre de 2014

Lo que susurran las pelusas

Esta noche,
el cuarto creciente más oscuro en mucho tiempo, no sopla el viento, no huele a ninguna estación en concreto, es más como una noche triste, atemporal, pesada, larga y por lo usual no muy productiva, pero si algo me gusta de las noches oscuras es el placentero martirio que me supone la contemplación de la inmensidad, con su correspondiente sensación de vértigo e incertidumbre pasiva.
Entre las esferas se difumina la luz, que a sí mismo parece que es lo que únicamente las forma, como si la lejanía sólo nos permitiese suponer, divagar e imaginar las cosas, como si esa fuese la cadena de plomo del hombre; la lejanía, las teorías y una verdad tan frágil como una cúpula de gas que nunca deja de alejarse.
Esta noche oscura no me torturan los astros, ni la bella cárcel del hombre, no me tortura la incertidumbre, porque sé que esta noche será la mejor noche, la noche esperada, la decepcionante, la más inspiradora, la más larga, la más corta, la más placentera, la más dolorosa, la más absurda, la más fría, la más solitaria, la noche en mejor compañía, la primera, la última,
porque aunque para mi esta noche es oscura,
sé que en alguna parte, en algún lugar está siendo una noche de delicioso azar, de luminoso cambio, de sazonada esperanza,
y que tal vez aflore, mañana, o en alguno, quizás,
mi noche,
mi hora,
mi punto de llegada.

lunes, 6 de octubre de 2014

La habitación de los espejos

La pequeña sensación a la altura de lo grande que invade el salón con su olor a famélico y fugaz recuerdo, que parece que se deshace a cada respiro y la angustia contrae los recovecos de mi retorcido recuerdo, ¡Malditas las horas y maldita la mente exacta y cruel que me descose de mi detallada tapadera! ¿Qué debería hacer? ¿Fingir que no es mi sitio? ¿Que no recuerdo cada esquina de la habitación? ¿Que nunca estuvo a la altura de lo grande? Nos entendemos a destiempo en un discurso sin precedentes frente al espejo.
¿En qué momento aprendemos a vivir sin nuestros delirios? ¿En qué momento tomamos la decisión de privarnos de lo dulce y doloroso de esta habitación? ¿En qué momento comenzó la caída y el vértigo de lo grande y el desdén de lo pequeño? ¿En qué momento dejamos de ser para continuar?
Podemos pasar toda la vida esperando algo de alguien que nunca estuvo del todo.

martes, 26 de agosto de 2014

El por qué de las cosas y la papelera de ideas

Curioso azar,
tan soluble y transparente como la sal invisible que flota en las olas.
Guía con desquicio al engañoso camino de la certeza que, aunque inocuo siempre es más largo de la cuenta, como lo son los almuerzos familiares o las conversaciones sobre política en los bares. Es una especie de conspiración a la lógica, un grotesco juego de péndulos que bailan al son de alguien que no existe, de un sádico Dios ciego y sordo que corta cabezas y traza las líneas de los mapas... Unos dados, una hora y un lugar, un café que tarda más de la cuenta, una carta que nunca llega a su destino y, bueno.
Si tal vez el ciego traza el azar,
yo pueda trazar los pasos que me lleven a la certeza y, bah,
tal vez sólo seamos tristes ciegos rondando por las líneas torcidas de los mapas,
tal vez sea la certeza la invisible,
pero quién sabe si a veces basta con sólo una corazonada si después de todo,
después del azar, el destino, la certeza y todos esos fantasmas,
sigue quedando,
tanto por ver.



domingo, 13 de julio de 2014

Carta embotellada

Me gustas,
y me gusta cada parte oscura de tu pasado,
y tu olor, y tus lunares.
Me gustas porque piensas, porque dudas, porque no te atormentas,
me gustas porque callas, porque gritas, porque sabes escuchar.
Me gustas, me gustas mucho.
Me gustas cuando miras, cuando cierras los ojos para dormir, para besar,
me gustas cuando ríes, cuando te dejas ver llorar, me gustas porque no imitas a nadie,
porque sabes volar.
Me gustas porque no te escondes, porque no disimulas, me gusta cuando no te dejas coger, cuando intentas escapar, cuando quieres volver.
Me gustas cuando temes, cuando tiemblas, cuando te dejas llevar.
Me gustas desnudo, despeinado, trajeado o con disfraz,
me gustas porque me gusto cuando estás conmigo,
me gustas porque sé que no lo haces por gustar,
me gustas porque haces que me guste la sucia realidad.

Gracias.

viernes, 27 de junio de 2014

Superviviente

Me voy a ahogar en cada pozo claro de cada gota de agua,
me voy a desdoblar como las olas, como el viento,
voy a arder como el desierto y como el odio,
voy a pintarme de todos los colores del mundo.

Voy a viajar en cada vuelo de cada ave,
voy a esconderme bajo cada roca de la montaña,
voy a sangrar como una herida,
voy a vencer a la propia muerte.

Voy a ser cada ser que es en sí mismo,
voy a sentir como los enamorados, como los destrozados, como los que sienten en silencio,
voy a entonar como las voces del eco que se pierde entre las nubes,
voy a dejarme llevar como una hoja por el río,
voy a luchar como una bestia,
voy a perder como se pierde el tiempo.

Voy a deshacer cada hilo de cada cuerda que ate,
voy a calibrar, a decidir, a realizar,
estoy viva, no hay duda,
y sólo me queda preguntarme,
si alguien más lo está.

miércoles, 25 de junio de 2014

Atajo a lo convencional

Y te pienso de lejos, huyo de tus casualidades. Cada vez más me voy alejando de la suerte y voy trazando mis caminos que abandonan el lado izquierdo de tu almohada.
Buscar tu boca en otra boca, esquivar las tentativas y pasar por alto las oportunidades, remendar los intentos, disminuir la sal en las comidas.
Ya sólo leo las palabras en negrita, los titulares y las columnas deportivas, he abandonado la poesía para quedarme bailando entre palabras que no riman ni entonan, sino que narran y despedazan la memoria, como un aguijón, como una herida que se pudre, como los sueños en almohada ajena.
No paseo con la tranquilidad ni llevo prisa, controlo mis pulsaciones y mi respiración, mantengo mis modales y un conformismo irritante que huele a té con hierbabuena y a reloj de piel.
No cojo piedras ni esquivo las líneas de la calle, no miro a los pobres, no toco a los perros, sólo doy los buenos días a mis vecinos y nunca me quedo dormido, tengo un buen despertador.
Aspiro a un trabajo, a una casa, una familia y un perro grande y caro, invertir en bolsa quizás, escribir una novela, viajar al extranjero, comprar un coche más grande que el de tu jefe...
Y es que te pienso de lejos y así me alejo,
de lo que quiero,
de lo que tengo,
de lo que soy.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Carta a la Morla

Querida Vieja,

Casi puedo recordar nuestras tardes frías en la moqueta, con tus palabras retumbando en las paredes de mi cuarto, nuestro cuarto. Recuerdo como me decías lo que era bueno que fuese y me dabas esos horribles sermones sobre mis errores, sobre mis manías y mis decisiones futuras. A veces me decías cosas tan horribles que aún me duelen, aunque también me levantaste cuando ya nada podía ser peor, pero esa eres tú, siempre ahí, en lo malo y en lo bueno, obligándome a pensar, a parar, a seguir, guiándome incansable por todos los terrenos que he andado a cambio de nada, de que te escuchase y te hiciese compañía.
Sé que te enfadaste cuando dejé de escucharte, sé que te molestó muchísimo que diese de lado toda tu palabrería de tortuga vieja, sé que por un momento pensaste en no perdonarme, en dejarme seguir con mi desastroso cuento de polvo y remiendos, pero volviste y me paraste los pies, ¡Lo hiciste! te preocupaste por mi, por este desastroso cúmulo de ansias y ganas que no sabe hacer nada por sí misma, que se frustra, se arruga y se destruye al ritmo de una rueda de hojalata que trisca espigas incansable. ¡Bendita Morla!, y no sé cómo agradecerte tus múltiples intervenciones y tus lecciones, tus consejos, tus impresiones, ¡Siempre tienes razón!, pero debo decirte que puede que ya hayas hecho demasiado, puede que ya no haya sitio para las dos aquí, puede que me toque sufrir, puede que me toque tropezar con miles de piedras miles de veces, pero Morla, soy yo y no puedo cambiar.
No puedo decirte que me perdones, ni que te calles. Sé que odias cada palabra de esta carta, pero vieja,
quiero conocer, quiero volver a herirme, quiero volver a descubrir el mundo que detesto y que a la vez me apasiona y quiero hacerlo sin ti, vieja.
Y aunque sabes que es cierto e irreversible, siempre nos quedarán las horas de música y moqueta, y estos ridículos momentos frente al ordenador, hablándote, hablando sola.

PD. No es cuestión de un cambio de aires, sino de miras.

Hasta la vista, vieja.

Borrador

 La tarde siempre cierra igual sus ojos, como cierra el tiempo todo; sombras, heridas, palabras que se alejan, muecas distantes, confusión, añoranza, espera, dolor.
 Los anocheceres son como las despedidas, nunca se viven suficientes para que no se cree ese espeso pesar en el pecho, ese desequilibrio momentáneo en la ruta de vuelta a casa, o de vuelta a otro lugar, es lo que menos importa, al igual que tampoco importa cuánto tiempo tarda en romperse la despedida, si dos horas o diez años. El atardecer predice, como predice el silencio a la despedida, la pasada de las nueve, la desembocadura del día, el fin de la jornada, la hora del optimismo y los helados y eso, eso no tiene nada que ver con la luz, ni con la hora, realmente sólo despierta el desdén que siempre produce el fin de algo, de algo que comienza a finalizar desde que empieza y se va desmoronando entre sonrisas y miradas, ¿Qué importa si son dos horas o diez años? La noche es como el giro a casa, como el fin de la batalla entre los ojos, que se desvían en lineas diferentes, que suben escaleras o cruzan pasos de cebra en direcciones contrarias. Y no importa, no importa que el sol se pusiese antes, no importa si el viento devuelve lo que se lleva, no importa si son dos horas o diez años.
Se pone el sol,
y se reduce todo a gas.
Los pasos son más lentos, las personas se dispersan y ambientan la ruta con silencios ensuciados de ruidos callejeros y palabras anónimas que flotan sin más. Es ese asqueroso pavor a la soledad, esa irracional obsesión por encontrar un camino que no esté en dirección contraria,
aunque no sea apropiado,
y aunque no será en dos horas,
y tampoco en diez años,
la noche terminará y llegará el nuevo día, sin atardeceres ni caminos, sin ruidos, ni baches, ni hedor del pasado y joder,
¿Qué importa si dos horas o diez años?
Sólo quiero irme a casa.



martes, 6 de mayo de 2014

Desde el exilio

Eres como mi ciudad.
artificial y gris.
Con tu brisa vas trayendo
horas largas y sombras huecas.
Te expandes como el mar, con tu espuma oscura y tu tempestad, pero eres gris como mi ciudad.
Tan alto y veloz que solo dejas tu estela gris de tu gris vuelo.
No son alas de pájaro, son alas de avión,
avión frágil que vuela como el tiempo, pero es gris
como mi ciudad.
Creces como las ramas y floreces como la primavera,
pero floreces en cualquiera.
Y es cierto que te digo ven, vuelve o incluso no te marches, aunque sea en silencio.
Y cuando me miras se vuelve luz el cristal de las fuentes, vuelve a soplar el viento cian entre los grandes edificios y traes contigo mil auroras de alquitrán.
No me gusta, ni lo detesto, es sólo el amargo camino gris de tu ausencia,
en mi gris cuidad.

lunes, 21 de abril de 2014

20A

Tal vez hoy me toca vaciar las viejas tintas de impotencia,
hacer la maleta y sacar las piedras de los bolsillos,
arrancar lo malo y sembrar lo bueno,
sacar la basura y las desilusiones,
tender al sol la pena para secarla,
no sé, volver a casa.
Dejar de recordar y volver a imaginar,
dejar de recrear y empezar la creación,
coserme las alas de nuevo y no sé,
tal vez alejarme de la Morla, no lo sé,
vaciar los tarros de prioridades y volverlos a llenar,
no sé,
pero tal vez sea hoy el día,
tal vez, no sé,
tal vez ya nadie te espera.

miércoles, 16 de abril de 2014

Canción de ceniza

Jamás podría negarme a tus ojos tristes, tan sólidos y melódicos como ruedas de blues, aunque podría afirmar mil veces que no eres nadie, que no danzas con mis musas, que no vives en mi cabeza y me atrevería a negar cada segundo que he pasado ensimismada entre tus átomos, perdida entre tus pecas y enamorada de tu olor. Me atrevería a ser consecuente, a olvidar con la puerta abierta, tal vez incluso a tirarte a la basura sin pensarlo. Sería capaz de luchar por mi misma, por mantener a flote mi orgullo, quien sabe, tal vez sería capaz de aborrecerte, de huir de la arena que me asienta en tu oasis, huir de tus pecas, de tus ruedas de blues, sería capaz de hacerme ver que nada merece la pena.
Pero siempre serás música,
y siempre serás las ganas,
serás la espina, la picadura, el veneno, la cura,
serás la noche, el día, el ocaso y el crepúsculo
serás el dolor, el alivio, la agonía,
y podría mentirme mil veces y decir que ya he volado y olvidado,
pero siempre seguiré aquí, consumida, latente e impaciente,
como ceniza entre tu arena.

viernes, 11 de abril de 2014

Sobras frías

Ojalá me quedase el tacto de tu vuelo,
que despegase a ras del sol para elevarse al vacío.
Ojalá me quedaran motivos para creer, para confiar, para idear.
Ojalá me quedaran palabras hechas de verdades, ojalá me quedaran memorias indoloras.
Ojalá me quedaran más poemas que reproches, ojalá me quedaran las ganas, ojalá te quedaran las tuyas.
Ojalá me quedara el valor y las fuerzas, ojalá me quedara lo invertido.
Y aunque lo pierda todo,
aunque te desvanezcas como el humo,
te consumas como la ceniza,
y me abandones en tu memoria.
Aunque ya nada valga nada,
me sigue quedando toda una vida,
para esperarte tiritando,
como si quedara algo por lo que luchar.

lunes, 7 de abril de 2014

Espejo

Ya no quiero reflejos, ni charcos, ni vuelos, ni sangre, ni esbozos, ni esclavos, ni promesas, ni ganas, ni noches, ni sombras, ni recuerdos, ni agua, ni sed, ni tinta, ni saliva, ni piel, ni madera, ni caprichos, ni agonías, ni flores, ni palabras, ni poesía.
No quiero penas, ni alegrías, ni reformas, ni devoluciones, ni miradas calladas, ni dormir, ni estarme quieta, ni correr, ni salir, ni volver, ni morir, ni nacer, ni perderme, ni encontrarme, ni quedarme sentada.
No quiero sencillez, ni filosofía, no quiero letras, ni dudas, ni colores, ni formas ni victorias, ni prejuicios, ni tazas, ni lo que soy, ni lo que no soy.
Y no quiero que te vayas, ni que vuelvas, ni un minuto más contigo, ni en tu ausencia.

Quédate conmigo, ¡lejos!,
y aléjate de mi más cerca.

sábado, 29 de marzo de 2014

Premonición

Si me quemas no me busques entre el polvo,
si me estallas no me prometas mil arreglos,
si me mientes no me leas más poesía y no,
si te vas ni se te ocurra volver.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Enough

Nunca serás suficientemente guapa, ni alta, ni delgada, ni abierta, ni discreta, ni educada, ni estudiosa, ni popular, ni razonable, ni comprensiva. Nunca serás lo suficientemente competente, ingenioso o despiadado. Nunca serás un ejemplo, ni un compañero, nunca serás nada que merezca la pena.
Ni especial, ni único, ni imprescindible.
No serás nadie si dejas de ser tú mismo,
pero tú mismo no eres
suficiente.

martes, 25 de marzo de 2014

Borrarme la señal de tus colmillos.

"¿Para qué creer? Ya todo vale"
Ya ves, los trastos de la mesa siguen desparramados, como los dejaste, como siempre dejas todo, desordenado y diferente, húmedo y cobrizo recuerdo que suena a olas y a vuelo, a sombra y a cieno, a tinta y vino, a papel y a la orilla de tu almohada.
Será que la Morla no podía aguantar más la soledad, como un pianista harto de notas o un borracho de resacas, se arrastra y tirita a tientas, como un barco perdido entre las nubes pensando que navega en su reflejo, en su cómodo y conocido mar de apariencias.
Y yo me encojo y me arrugo como un papel candente que se consume sin más. Me pierdo como el marinero entre las nubes, y tecleo con hastío las notas que estoy harta de repetir, y degusto mis resacas una a una, porque ya no tengo nada que perder.
Ni ganas, ni recuerdos, ni a ti, ni a la Morla, ni a mis malditas manías.
Has llegado y me has hundido y revivido, me has consumido y avivado, me has hecho rendirme en la más culminante victoria. ¡Llegaste y te fuiste!

Y qué desordenado y diferente lo has dejado todo.